El deporte ecuestre tiene aspectos peculiares respecto a las otras actividades consideradas como deporte. En primer lugar, el caballo es un deportista como el humano que lo monta. En segundo lugar, ambos, jinete y caballo, tienen su propia y muy distinta mente, tipo de inteligencia, personalidad, carácter y habilidades. Estas distinciones son decisivas al formar la combinación, o el binomio, como dicen en el mundo hípico. Esta combinación de caballo y jinete es clave para el éxito o fracaso en la práctica de la disciplina especifica en que participan. Son dos seres vivos que tienen que trabajar en conjunto, el caballo en este caso es el dominado y el jinete es el dominante. La evolución del caballo, su domesticación y la historia del arte de montar que finalmente se convierte en un deporte son temas fascinantes y, además, son importantes para comprender la estrecha liga que se fue formando con el tiempo entre humano y equino.Pasaron unos 55 millones de años de un largo y complejo proceso evolutivo de la especie, que implicó la interacción de genes y medio ambiente, para llegar al caballo que conocemos hoy día. Pero, como menciona Stephen Budiansky (1997), eso no quiere decir que haya sido un proceso de perfeccionamiento, que finalmente produjo un caballo superior a los anteriores. Al contrario, hubo predecesores que fueron magníficos en sus logros por millones de años. La extinción de algunas de sus ramas ocurrió por causa de cambios climáticos drásticos no predecibles. Fue por algo de suerte que el caballo moderno lograse sobrevivir. Hace unos 15 000 años, al fin del Pleistoceno, el caballo se extinguió en Norteamérica a causa de los cambios climáticos ocurridos a fines de la edad de hielo. También durante esa época casi se extinguió en Europa y Asia, pero tuvo suerte; allí logró adaptarse y así siguió su historia (Budiansky, 1997: 17-18).
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